En la vida diaria del aula siempre hay muchos momentos en los que los chiquillos nos sorprenden. Nos interpelan desde la sencillez e ingenuidad. Muchas veces los juzgamos con rapidez y cortamos las alas de su imaginación. Los mayores vivimos hace años en un mundo estereotipado que llevamos grabado, pero ellos, si nosotros se lo permitimos, viven sin etiquetas ni armaduras y su imaginación puede ser arrolladora. ¡Cuántas veces debiéramos escuchar más que hablar!
Este post lo dedico a Rubén el niño que ha hecho este retrato y a todos aquellos docentes y visitantes que cuando vieron su dibujo pensaron que era un dibujo inmaduro y con poca noción de lo que es un rostro.
El día que lo dibujó y me acerqué a su mesa le pregunté:
- ¿Pero bueno Rubén, cuántos ojos tenemos?
y el me contestó:
-Pues dos.
-¿y entonces qué son todos esos círculos?
me dijo con toda naturalidad:
- Maestra, son los pensamientos.
¡Uff! ¡cuánto nos queda que aprender!¡ Y cuánto tenemos que abrir los ojos y saber escuchar!.
¿Era el dibujo más inmaduro o el más maduro?